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¡Qué putada, Enrique!

A la memoria de Enrique del Pino


Esta mañana me despierta Isabel con la noticia de tu fallecimiento ¡maldito inicio de día! Te juro que tardé minutos en reaccionar y, cuando finalmente lo hice, apenas contesté a Isabel que quizás para romper la confusión en la que tu fallecimiento me había sumido, me recordaba que hoy hacía la tira de años que nos habíamos casado.

No sé de tu familia ni puedo contactar con ella para transmitirle mi muy sincero pesar, tampoco deseo saber la razón de lo ocurrido, sería como buscarle una imposible motivación a tal injusticia.


Nos conocimos cuando aún creíamos y trabajábamos por el pudridero de UPyD, profundizamos nuestro contacto cuando tú por tu lado y yo por el mío, coincidimos en apreciar que en las alturas de la Divina olía peor que en la más infecta de las cloacas.

Tú, más desprendido y siempre con prisas –no sé si para retrasar tu destino y poder hacer más cosas, o para encontrarte cuanto antes con él–, te marchaste rápidamente, mientras yo, más pegado a la tierra, decidí quedarme a pelear por lo que debía ser tan mío como de los trileros y tratar de abrirle los ojos al mayor número posible de compañeros. Después del abandono generalizado continuabas con prisas, como con unas prisas por construir algo antes de que te llegara el momento del transbordo.

Tuvimos un encuentro, una de esas comidas eternamente aplazadas, pero que tu intento de que no me descolgara de la plataforma originada en la reunión de la Casa de Soria, hizo que se concretara finalmente, con la presencia de Isabel y Javier de Velasco. Disfrutamos de una sobremesa suficientemente prolongada como para conocernos más a fondo,
sobre todo tu apasionante vida –creo que daría para una más que interesante novela–, intercambiar ideas y puntos de vista. Tengo que reconocer que fueron pocas, muy pocas, las ideas en las que no coincidimos y que mi aprecio y admiración por tu persona, pese a tu fracaso en el intento de convencerme, se vieron ampliamente incrementados.




Pero estaba claro que mis tiempos, tus prisas, no eran los mismos y hoy me entero de tu prematura partida querido amigo. Observarás que no menciono el término muerte, no por yu-yu personal pues la he tenido demasiado cerca como para tenerle miedo, pero asimilamos demasiado a la ligera lo muerto con lo improductivo –el árbol muerto–, y me niego a pensar eso de ti, de lo que has dejado entre nosotros, tus cosechas habrán sido pocas por tu precoz marcha, pero que tengan por seguro, muy productivas. Te adivino con tus ramas ocupadas por nidos repletos de vida.

Doy culto al tópico que, por serlo, no es menos cierto pues, como en tu caso, se van antes los mejores y más jóvenes. Así que, mi querido amigo Enrique, guárdame sitio allá donde lleguemos, si llegamos a algún sitio, que, en cuanto nos encontremos, nos pondremos a la tarea de preparar una enmienda a la totalidad de lo que sea que van a temblar todos los cimientos.

... ¡Divinidades e inquisidores a nosotros!

Ahora me voy a permitir colocar un párrafo que Enrique me dedicó desde su blog "Desde el Puente de Vallecas", su querido Puente de Vallecas:

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Ahora voy con Juan Espino, al que considero un amigo, por cierto que hoy he leido tu epístola a los burgaleses, ¡ay! que recuerdos de San Juan Bautista. Juan, abandono por miedo. Por miedo a luchar por el cambio, miedo a que, los mismos que ahora repiten el discurso que antes entonaba Rosa Díez, si lograran el control del partido, (y Todos sabemos que el único activo que tenemos es Rosa), ¿No harían exactamente lo mismo?. En política, la zafiedad, el menosprecio a los demás y el ánsia de poder van de la mano. por lo tanto, si la señora Díez me ha mentido y decepcionado, ¿Por que voy a creer que los actuales discrepantes no me darán la espalda cuando discrepe de ellos?.
Un saludo, y gracias por dar la cara, aunque nos la partan."

Adios, "buenagente".


Juan Espino


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Entrevista a Gererdo Hernández Les

Paco Linares entrevista a Gerardo Henández Les a lo largo del programa "Sin Complejos de Luis del Pino, en Es Radio, el domingo 09/05/2010.

Gerardo Hernández Les desmonta la falacia de un partido que "venía a regenerar la democracia en España" y ha sido incapaz de ejercerla en su interior por el totalitarismo caudillista de Rosa Díez.

Muchos españoles nos hemos sentido estafados políticamente con este chiringuito. Lo que no han calculado sus "promotores", es que no pararemos de denunciarlo:


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La intrahistoria de UPyD

Texto del artículo firmado por Gerardo Hernández Les y publicado en La Razón Digital:

Rosa Díez no para nunca de hablar, pero en los últimos días lo ha hecho de forma especialmente convulsa en un Chat del Diario "La Razón" el pasado 25 de abril. Acusar de batasunos (o sea, de filoterroristas) a quienes presentaron una candidatura crítica en el pasado Congreso de noviembre es utilizar palabras mayores; pero tampoco se para en barras con los que le presentamos una demanda judicial, a los que nada menos nos pretende echar en cara la intención de un chantaje, que por delirante y falso se convierte en una calumnia de digestión intolerable. Esta provocación es propia de quien instalada en cierta esfera de poder piensa que le es permitido decir lo que le venga en gana y que da igual lo que digan sus destinatarios.

Creo que ya es el momento de preguntarse por qué un partido tan joven vive en tan poco tiempo (poco más de dos años de existencia) una historia tan desgarradora. Al margen de las víctimas directas, fruto de la voluntad represora, hay que sumar un número importante de afiliados que han ido abandonando silenciosamente el partido –probablemente más del 50%- sin que conozcamos exactamente su cifra, porque los datos reales sobre afiliación es un secreto nunca revelado. Lo que si podemos afirmar, con poco margen de error, es que de los primeros cien militantes que estuvieron presentes en la fundación del partido, y que iniciaron su andadura como miembros del Consejo Político, están fuera del partido más del 70%.

También es inevitable preguntarse cómo el núcleo dirigente del partido –siguiendo a su líder- se empeña en una orgía represiva desproporcionada contra unos discrepantes que en ningún momento discutieron su liderazgo, haciendo gala de una agresividad y unas malas artes que los descalifican para abanderar cualquier proyecto de una supuesta regeneración democrática en España.

Si la historia de UPyD tuviéramos que encajarla en algún género determinado, tendríamos varias opciones, pero seguramente ninguno sería más adecuado que el del absurdo. No se puede calificar de otra manera una situación que partía con unas condiciones inmejorables: una demanda social latente de exigencia de alternativas a la situación política que vive el país, unos militantes ilusionados y entregados a un proyecto de regeneración democrática plasmado en un Manifiesto Fundacional apoyado sin fisuras, y unos procesos electorales en los que los votantes no han dejado de avalar progresivamente la viabilidad del proyecto. Al final, una líder que aparentando reunir las condiciones imprescindibles para hacer triunfar el proyecto, lo ha hecho embarrancar víctima de sus propios demonios personales.

Algunos de los que nos tocó estar desde el principio en los órganos de dirección del partido –fruto de la decisión personal de Rosa Díez, emanada del poder que le otorgó el pacto fundacional- empezamos a ver muy pronto la deriva que iba tomando nuestra formación. Explicar por qué ha pasado todo esto no es fácil de hacer.

Rosa Díez no le interesó ver que la mayoría de la gente que, en un principio, llegó al partido quería, realmente, un partido de nuevo tipo. Que no era sólo crear un instrumento que sirviera durante un tiempo para abanderar la reforma de la ley electoral, la independencia de la justicia, la recuperación de las competencias de educación por parte del gobierno central, o la racionalización del modelo territorial; sino que la consecución de esos fines era incompatible con el modelo de partido tradicional que había hecho posible convertir nuestro sistema democrático en una partitocracia que se ha ido haciendo irrespirable con el paso del tiempo. La Regeneración Democrática –verdadero mascarón de proa de la nueva formación- tendría que empezar por los propios partidos, y el nuestro reunía (o eso creíamos) todos los ingredientes para empezar a dar ejemplo.

Desde el primer momento el personalismo y la centralización de las decisiones se impusieron sin dejar lugar a dudas. Cuanto mayor era el encantamiento que producían las ideas y los discursos del nuevo partido más crecía la vocación aparatista de sus principales dirigentes. Los días de “vino y rosas” duraron seis meses, justamente hasta que se celebraron las elecciones generales de 2008. Esa fecha fue la constatación de que el proyecto era viable.

Con el alborozo de las expectativas que se abrían ante nosotros empezaron los problemas. O para ser más exactos, el líder máximo –en este caso lideresa- víctima de una educación política autoritaria y burocrática en la que había formado su espíritu durante más de 30 años, decide crear un problema donde precisamente estaba la solución. No le bastaba estar rodeada de personas que le éramos absolutamente fieles –y que realmente lo éramos- sino que, además, pretendía que tuviéramos que estar siempre de acuerdo con ella, fueran sus propuestas las que fueran, lo mismo en el ámbito de la estrategia que en el de los nombramientos de cargos orgánicos.

Con este criterio, en vez de convocar un Congreso en los meses inmediatamente posteriores a las elecciones (y no esperar un interminable año y medio, como finalmente se hizo), aprovechando el entusiasmo post electoral, para democratizar cuanto antes las estructuras del partido, prefirió reforzar los aparatos de poder, para no dejar resquicio a la más mínima discrepancia, por la vía de su voluntad carismática. Y lo que consiguió fue dar paso al comienzo de una serie de luchas intestinas en la mayor parte de las estructuras territoriales, que desembocaron en el Congreso en un partido desangrado y seriamente dividido.

Al negarse a democratizar el partido una vez transcurrido el período álgido de su fundación (coincidente con las elecciones generales de 2008) convirtió nuestra formación en una especie de patio de monipodio, que ha obligado a nuestros militantes a vivir en un clima de tensión a veces insoportable, que ha sido la causa del abandono del partido de muchos de ellos. La inexistencia de estructuras democráticas crea un ambiente en donde la discusión y el trabajo por la consecución de objetivos políticos se sustituye por enfrentamientos interminables por cuestiones de poder; de un poder –en el caso de UPyD- materialmente inexistente, pero la ilusión de dar satisfacción a una ambición que se vislumbra en un futuro inmediato no necesita de más ingredientes.

Desde su fundación, UPyD se estaba rigiendo por una norma explícita –los Estatutos aprobados por el Consejo Político- que ha sido vulnerada cuantas veces le ha interesado a la Dirección del partido. Así fue posible incoar –de forma ignominiosa- los 14 expedientes contra militantes que ocupaban todos ellos cargos de responsabilidad en la estructura orgánica del partido, y todo ello por querer abrir en el partido el ineludible debate sobre las listas abiertas y querer proponer una candidatura alternativa. Y así también fue posible redactar y aprobar un Reglamento para el Congreso, que auguraba el desarrollo antidemocrático del mismo (fue la primera ocasión que Rosa Díez endosó a los críticos el adjetivo batasunos), por mucho que otorgara plebiscitariamente un apoyo mayoritario a la líder del partido, que le ha permitido alardear de su triunfo de puertas afuera, pero no le ha servido para ocultar que ha jugado con las cartas marcadas, y que el encantamiento del espíritu fundacional del partido lo ha roto para siempre.

En estas condiciones, la Dirección del partido ha creado el terreno abonado para que quienes entran en el partido pensando en futuras operaciones de poder utilicen todos los medios para hacerlas realidad. Las legítimas aspiraciones de ocupación de cargos públicos dejan de serlo cuando los criterios básicos de capacidad y mérito son sustituidos por el compadreo, la conspiración permanente, la maledicencia gratuita y, sobre todo, el servilismo sin escrúpulos hacia los pocos que de verdad ostentan poder en el partido. Esta –y la sumisión ciega y acrítica a lo que salga de la boca y del dedo de Rosa- es la verdad de UPyD.


Gerardo Hernández Les Ex miembro del Consejo de Dirección y del Consejo Político de UPyD Cabeza de lista al Congres
o por Málaga en las elecciones generales de 2008

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Hablando claro

Perdonen que le robemos y adaptemos a nuestro amigo Luis Bouza Brey, el texto con el que encabeza muchos de sus envíos, un abrazo Luis:

Por su interés y relevancia hemos seleccionado el vídeo que sigue para incluirlo en este sitio web:


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Rotundo desmentido

Dadas las graves, falsas y calumniosas acusaciones urdidas contra nosotros y contra otros compañeros por Rosa Díez, reabrimos las páginas de este blog para contestar a aquellas que nos atañen en exclusiva a los componentes de este blog que interpusimos demanda contra la Dirección de UPyD por conculcar nuestros derechos fundamentales.



Diario La Razón

A la atención del Sr. Director


29 de Abril de 2010

Muy señor nuestro:

Los integrantes del grupo de ex miembros de UPyD que en el mes de junio de 2009 fuimos suspendidos de militancia por la Dirección del partido, y posteriormente interpusimos una demanda contra UPyD, hemos leído con verdadera estupefacción e indignación unas declaraciones de Rosa Díez en el Chat de la publicación que usted dirige.

En la misma nos acusa de haber prometido retirar la demanda, a manera de chantaje, si alguno de nosotros entraba a formar parte de la candidatura que ella encabezaba. Ante semejante imputación tenemos que manifestar lo siguiente:

  1. No hemos autorizado a nadie a que en nuestro nombre hubiera realizado ante nadie una promesa parecida; de tal manera, Rosa debe de dar nombres y apellidos y probar fehacientemente su acusación.

    Como colectivo nos hubiera repugnado hacer semejante propuesta, y en consecuencia, no la hemos hecho. La acusación nos parece falsa de toda falsedad en si misma y conscientemente calumniosa; desborda todos los límites de la decencia política, descalifica a un político para siempre y envilece como persona a quien la utiliza como arma contra un adversario político.

  2. Quienes sufrimos los expedientes intentamos siempre sin éxito abrir un diálogo con la Dirección del partido, como se les hizo saber –en la única oportunidad que tuvimos- a tres miembros de la misma con ocasión del Consejo Político celebrado el 11 de julio de 2009. El diálogo no tenía como objetivo resolver nuestro problema personal, o recuperar los cargos orgánicos - que nunca hubiéramos perdido de no habernos enfrentado con el personalismo con el que Rosa había puesto el partido a su servicio- sino el problema del partido, el de su fractura interna.

  3. El monumento a la infamia que levanta Rosa con sus declaraciones sólo se explica desde la impotencia de quien no puede frenar la hemorragia de pérdida de militantes y de los continuos enfrentamientos en el seno de las distintas estructuras regionales y locales de un tiempo a esta parte.
Cuando en un partido que nace para regenerar la democracia se tiene que expulsar del mismo a quienes se expresan libremente para decirle a su líder que no siempre se puede estar de acuerdo con él (en este caso con ella), el único recurso que queda para justificarse es echar mano sistemáticamente de la mentira y de la calumnia política. Y esto es lo que parece que está haciendo Rosa Díez.

Con la confianza de que esta réplica tenga cabida en su diario, atentamente le saludan:


Rodolfo Angelina Gil, Miguel Baños Martínez, Javier Carroquino Oñate, Juan Espino Sánchez, Fernando García Martín, Ignacio Gómez Arroyo, Gerardo Hernández Les, Silvia Hierro González, Manuel Pérez Blanco, Sandalio del Río Ruipérez y Javier Velasco Oliaga

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